Tercera excursión del curso, que nos llevó a las tierras castellanas de Burgos, en dos días esplendidos de sol y temperatura, con muy buena información de excelentes guías.
Realizamos la primera parada, para ver el desfiladero de La Yecla, de casi dos kilómetros, descendiendo por unas escaleras hasta el cauce del arroyo y a través de unas pasarelas se recorre el interior de este estrecho desfiladero que en algunas zonas solo tiene un metro de anchura. Vuelta al autobús para ver el Monasterio de Santo Domingo, anteriormente llamado de San Sebastián, que sufrió una gran renovación en el siglo XI, bajo el mandato de un monje riojano llamado Domingo, que llego a Castilla bajo la protección del Rey Fernando I, que le puso al frente del Monasterio de San Sebastián al que llego a dirigir, cambiándose el nombre del Monasterio de San Sebastián a Santo Domingo tras su canonización.
Solo se visita el claustro inferior, en el que se esculpen relieves de distintos maestros en los pilares que van adornando todo el recorrido, empezando por el de la Ascensión, en el que se representan a los apóstoles, todos ellos mirando hacia arriba, a su lado se encuentra el de Pentecostés, donde las figuras miran hacia abajo, para recibir al Espíritu Santo en forma de mano, en vez de paloma. Cerca de este relieve esta la Sala Capitular, y seguido los relieves de la Sepultura y la Resurrección. Contemplamos una imagen de la Virgen de Marzo esculpida en los siglos XIII – XIV, después nos encontramos con el relieve de El Descendimiento con la figura de Cristo muerto, tras el cual se encuentra el sepulcro de Santo Domingo con la efigie del monje que descansa sobre tres leones. El siguiente relieve corresponde con Los Discípulos de Emaús, con figuras mayores que los anteriores y tras este, pasar al recinto de la antigua bodega del Monasterio, dedicándose hoy a presentar exposiciones temporales de pintura.
Salimos otra vez al Claustro para admirar el relieve más famoso, La Duda de Santo Tomas, para acabar, con La Anunciación y El Árbol de Jesé o genealogía de Cristo y ver su famoso ciprés al que muchos poetas le han dedicado sus estrofas. Tras el Claustro pasamos a la Botica del siglo XVIII y al Museo, en el que se exponen valiosas piezas concluyendo la visita al Monasterio de Silos, aunque teníamos reservado algo peculiar, el Canto Gregoriano de los monjes benedictinos, que en ese momento celebraban la Oración del Mediodía.
Tras el almuerzo, visitamos la Villa Ducal de Lerma, en el que su historia y desarrollo va unida a D. Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma, valido del Rey Felipe III. Las transformaciones que realizó el Duque, hacen que la ciudad sea el mejor conjunto urbano que se conserva del siglo XVII, a lo que contribuyen los edificios que en esta época se levantan. El Palacio Ducal, único que tiene cuatro torres, hoy convertido en Parador de Turismo, la Colegiata de San Pedro, los Monasterios, las Ermitas, etc, hacen que todo él sea verdaderamente una joya de la arquitectura herreriana. Tiene una Plaza Mayor, de las más grandes de España, que se correspondía con el Patio de Armas del Palacio, que se sitúa en un lateral de la plaza, sirviendo de Residencia tanto al Duque como a la Familia Real. Desde el Palacio y mediante pasadizos aéreos, se comunicaba con los puntos importantes de la villa.
Después contemplamos la Colegiata de San Pedro, que nos recibe con una magnifica puerta original de 1616, construida con madera de pino y clavos de bronce. La Iglesia de tres naves, posee un extraordinario retablo de estilo barroco terminado en pan de oro, dedicado a San Pedro, destacando el Cristo que está construido en pasta de caña de bambú con pelo natural. Cerca del Altar Mayor se encuentra otra de las joyas de la Iglesia, la estatua orante del Arzobispo de Sevilla, Don Cristóbal de Rojas, realizada en bronce. Por la girola se accede a la sacristía donde se muestran dos grandes retratos del Duque, uno como noble y otro como cardenal, nombrado por el Papa Paulo V, aunque la joya del recinto es una mesa taraceada formada por innumerables piedras de diferentes colores y texturas, regalo del Papa al Duque, que moriría en Valladolid en 1675.
A primera hora del Domingo nos dirigimos a ver la Catedral de Burgos, cruzando el puente de Santa María, sobre el rio Arlanzón y pasar la majestuosa Puerta de Santa María por la que salió El Cid al destierro, tras el juramento de Santa Gadea. Pasándola llegamos a la Plaza donde se ubica la Catedral, construida sobre el solar de una antigua catedral románica. La nueva obra tuvo su iniciador en el Obispo Mauricio, que, en un viaje a Europa, se quedó admirado del nuevo arte gótico que empezaba a levantarse. De esta forma el Rey Fernando III y el Obispo colocan la primera piedra de la nueva Catedral el 20 de Julio del año 1221 y logran para Castilla la primera Catedral gótica de la Península. La obra resultó lenta, terminando las torres con sus agujas en el siglo XV y el conjunto a principios del siglo XVI.
El templo tiene planta de cruz latina con tres naves y una en el crucero y la Capilla Mayor rodeada de girola con capillas. La fachada principal, contemplada desde la Plaza de Santa María, es un gran retablo en piedra. La catedral tiene tres puertas importantes, la de la fachada llamada Puerta Real y dos laterales, la Puerta del Sarmental, gótica del siglo XIII, por la que se accede al templo para visitarlo y la de la Coronería, gótica del siglo XIII y reformada en el XVIII. Para comunicar con la Catedral y salvar el desnivel existente entre puerta y recinto, se construyó en el siglo XVI la Escalera Dorada, que es de los puntos imprescindibles de ver dentro de ella. Se utiliza esta escalera para colocar el Monumento el día de Jueves Santo. El crucero se remata con un cimborrio y debajo del mismo se encuentra el sepulcro de El Cid y su esposa Dª Jimena. El Altar Mayor presenta un retablo en el que se halla la imagen de Santa María, patrona de la ciudad, realizada en plata. No se celebran Misas normalmente, sino en ocasiones muy especiales, utilizando para el culto normal las capillas.
Elementos importantes de la Catedral son las Capillas de las que vimos algunas, empezando por la de los Condestables, que es una pequeña Catedral, dentro de la Catedral. Lleva el nombre de quienes la mandaron construir, D. Pedro Fernández de Velasco y su esposa Dª Mencía de Mendoza, encontrándose las estatuas yacentes de ambos frente al altar, talladas en mármol de Carrara. Tiene tres retablos extraordinarios y también destacan los respectivos escudos de ambas familias labrados en piedra. La decoración de la Capilla es fastuosa, cerrándose el recinto con una valiosa reja. Otra Capilla es la de la Concepción, edificada en el año 1477 tras la unificación de dos antiguas Capillas, presentando formas y decoración del gótico florido en los capiteles, arcos y cornisas, estando sus muros revestidos de sepulcros y retablos, siendo el más importante el del Altar Mayor.
Pasamos después a la de la Consolación, realizada en estilo gótico renacentista, con una bóveda que imita a la del Condestable. Es de admirar el sepulcro del canónigo fundador de la capilla, Don Gonzalo de Lerma y por último vimos la de las Reliquias. En la entrada principal y al lado de la de Santa Tecla se ubica el célebre Papamoscas. La Sacristía de la Catedral es de estilo rococo y es una auténtica maravilla. En el Museo se aprecian varias joyas entre las que se encuentra la Custodia que procesiona el día del Corpus y el Sagrario que conforma el Monumento del Jueves Santo. Magnifica la Catedral.
Acabado este recorrido, visitamos otra maravilla arquitectónica, La Cartuja de Miraflores, con una Iglesia de una sola nave cubierta con bóveda estrellada, dividida en varias partes: la primera dedicada a los fieles, la segunda corresponde con la sillería del Coro de los Hermanos y la tercera corresponde al Coro de los Padres. El Altar Mayor tiene un extraordinario retablo, siendo uno de los elementos más destacados la rueda Angelica en la que se incluye un Cristo Crucificado, además de las figuras de Dios Padre y del Espíritu Santo, es pues una representación de la Santísima Trinidad. Delante del Altar se encuentra el sepulcro del Rey Juan II y su esposa Isabel de Portugal, seguimos a la Sacristía y al Museo donde se exponen vestimentas litúrgicas y piezas de culto, sobresaliendo un espectacular Cáliz de plata sobredorado y una Patena de mediados del siglo XX y saliendo del recinto encontramos la Capilla del Fundador de la Orden de los Cartujos, San Bruno, con una talla del mismo en madera policromada del siglo XVI.