Con referencia al hackeo que ha propiciado días pasados un robo a Hacienda de los datos de cerca medio millón de contribuyentes; hay que decir que es una fuga de referencias verdaderamente importante, que incluye el DNI y domicilio de unos 50.000 miembros del Cuerpo Nacional de Policía. Un suceso así nos da pie para leer el pasaje evangélico del 27 de noviembre pasado, primer domingo de Adviento (véase Mateo, 24, 37-44); en el cual el mismo Jesucristo les dice a los Apóstoles: “Comprender que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no le dejaría abrir un boquete en su casa”.
Pues ¿Cómo puede ser que, en estos tiempos de Inteligencia Artificial; casi rozando la ciencia ficción, que desde el Consejo General del Poder Judicial se le informara a la opinión pública en una nota de Prensa que un ciberataque a las redes de las Administraciones Públicas españolas afectara incluso al Punto Neutro Judicial (PNJ)? Una red de telecomunicaciones que conecta a los juzgados, así como a otros órganos judiciales, con el resto de las instituciones del Estado.
La fuga de datos ha sido impresionante, ya que los hackers o la serie de clientes que les pagan disponen a través de ellos de informaciones suficientes como para echarse a temblar; preguntándonos si fechorías de tan avanzada tecnología no menoscabarán la seguridad de renombradas empresas, de firmas comerciales, y de innumerables ciudadanos. Cuyos datos de identidad parecían estar a buen recaudo; con las nuevas tecnologías puestas al servicio de unas funciones de compromiso con los secretos colectivos y personales de todos.
Es preciso volver a recordar las palabras de Jesucristo: “no le dejaría abrir un boquete…”. Pero los nuevos tiempos, de los que los malhechores tienen llaves maestras -tiempos sin muros en este caso- hablan de habilidades cibernéticas para abrir boquetes e, incluso, ventanas que ni los Estados, bien instruidos en solvencias al servicio de secretos, son capaces de asegurar en las redes para que estén al resguardo con métodos fiables.
Todo este atropello cibernético ocurre, como digo, en tiempos en los que la Inteligencia Artificial está aún en pañales, echando los dientes, para que los hackers se aprovechen igualmente de los enormes desarrollos que las nuevas tecnologías implantarán en el mundo del porvenir, cada vez más avanzadas, aunque cada vez más vulnerables. Y es que las gentes notan sus desvalimientos e inseguridades en las mismas proporciones en que ven cómo avanzan sus dominios sobre lo que van construyendo.
Esta reflexión explica más o menos puntualmente el hecho de que, hasta el momento, las investigaciones sobre el gran ciberataque al CGPJ carecen de nulas pistas acerca del origen bien organizo, por otra parte, de los que lo llevaron a la práctica con total maestría. Como igualmente se desconoce si los ataques tienen en sí unos fines lucrativos o se organizaron respondiendo, en la práctica, a maniobras desleales de algún Gobierno extranjero; de esos que, sin escrúpulos, se dan a puntuales atropellos de maldad para progresar indignamente a costa de los que funcionan dentro de las normas de la legalidad establecida con el mutuo respeto que todos los gobernantes tendrían que observar en beneficio de las consideraciones de los gobernados.
Es lamentable, de naturaleza diabólica, que elementos muy bien preparados en las prácticas de las nuevas tecnologías, se dediquen a robar referencias y conceptos de ciudadanos que apuestan por las seguridades que se vienen consiguiendo y fiándose de los logros y conquistas que estudiosos y honrados talentos del software están descubriendo en provecho de múltiples trabajos que facilitan la vida de las masas en su cotidiana laboriosidad.
Figúrese el lector si los delincuentes impuestos en los ciberataques utilizaran a placer los avances de la Inteligencia Artificial, que ya están perfeccionándose como logros conseguidos en todas las facetas del saber. Ya que si los hackers, malintencionados que son, se aprovechan de adelantos así; no quedarán en secreto datos de las gentes a resguardo de la maldad humana; a la cual le vendrá como anillo al dedo todo lo que se consiga con la IA; expuesto para que los delincuentes se sirvan de principio a fin y sin escrúpulo de lo que ellos mismos vayan escudriñando en sus hábiles hallazgos.
Oportunidades que no dejarán escapar, en sus fechorías a través de los registros informáticos. Pues en los nuevos planes de Enseñanza, lamentablemente, no aparecen muchas instrucciones sobre Humanidades y menos de la religión; tema este que es un freno, hoy por hoy desconocido, para liberar al hombre de la mayoría de las malas intenciones. Y claro, si esto es así y el progreso avanza sin correctas pautas morales -nosotros nos lo hemos buscado- tendremos que acostumbrarnos a los hackers y a sus ciberataques.