Ciclo de Conferencias de la Asociación Cultural Alcorcon Siglo XXI
Premios de Novela Alcorcón Siglo XXI
II Certamen de Pintura Alcorcón Siglo XXI
III Certamen de Pintura Alcorcón Siglo XXI
I Certamen de Pintura Alcorcón Siglo XXI
Conferencia de Ely del Valle en Siglo XXI
Conferencia en Siglo XXI de D. David Pérez García
Conferencia: los excesos de comida en las fiestas navideñas

        En realidad, en España no es sólo un suicidio; pues según la Fundación Española para su Prevención son once personas las que diariamente se quitan la vida en nuestro país. El terrible problema que a nadie deja indiferente y que va en aumento, sobre todo entre los jóvenes, tiene para los expertos en el tema una explicación casi convincente: la expansión del coronavirus empezó a ocasionar que personas con alguna patología mental tomaran la terrible decisión de salir de este mundo de la manera que fuese.

       Claro que no toda la culpa se la podemos echar a la pandemia del Covid-19; pues antes de su aparición ya había bastantes suicidios que ennegrecían las noticias de los informativos y, por ende, el panorama de la vida social de España. Pero puede ser que sí, que el coronavirus propiciara suicidios en número ciertamente alarmante.

 

       De ahí que se venga reclamando un Pacto de Estado sin vinculaciones políticas partidistas para propiciar un encuentro oficial que se encargue de estudiar las terribles consecuencias que los efectos de la dañada salud mental vienen ocasionando diariamente con preocupación nacional. Al respecto, la Autonomía de Madrid ya está dando los primeros pasos, y con anuncios en los medios de información, para que dicho Pacto, que se demanda, inicie su andadura en prevención de muertes autoprovocadas.

       Desluego, entre las prioridades de los agentes políticos de España tendría que existir cierto plan que abordara ese oscuro problema que afecta, generalmente hablando, a adolescentes y jóvenes. Pues los más expertos en desajustes mentales, los psiquiatras, ponen los acentos del necrológico problema en la ansiedad más descontrolada; en las faltas de apoyos sociales y familiares en un mayor porcentaje -muy mayor, por cierto-; en las inestabilidades que sufren de los entornos, y en las adicciones digitales que no han sido tratadas y controladas en un amplio sector de la población muy inclinado a este insano perfil de usar las nuevas tecnologías sin adecuadas funciones de autocontrol.

       La cifra, pues, de los suicidios tiene que controlarse, para su solución, con la salud mental y una base de medidas eficaces que puedan prevenir las pretensiones del suicidio con informaciones fiables acerca de gentes de la población más propensas a acabar con sus vidas trágicamente. Por eso se viene hablando, al respecto, acerca de patentes medicinales referidas a la neuropsiquiatría. Y para unas dimensiones de tal naturaleza se requerirán los apoyos los medios de comunicación. Pero quizá sean mucho más efectivos unos métodos educativos apropiados por medio de planes de enseñanza de gran calado psicológico y con adecuados profesionales académicamente preparados con titulaciones universitarias.

       Gentes estudiosas de esas que sepan transmitir informes válidos y de enseñanza apropiada para difundir orientaciones entre ciertos alumnos, con el fin de que les hagan discernir sobre el tremendismo que los abocan a razones de ultratumba; remedios ya sin salida para esa “solución” determinada con la que buscan librarse de patologías mentales contraídas, quizá, por culpa de una sociedad que les ofrece, materialmente hablando, todo cuanto necesitan para formar parte de un mundo en libertad y orientativo para el desarrollo integral de las personas; ocultándoles, por otra parte, los esfuerzos y sacrificios; todos los esfuerzos y sacrificios que la sociedad actual reclama a las personas que van tras un status de seguridad personal y familiar.

      Dejando al margen, por supuesto, las enfermedades psicológicas en las que sólo la ciencia puede intervenir para controlar sanitariamente el mal de los suicidas. Existen otras razones preponderantes que pueden inducir al suicidio: las inestabilidades familiares; las controvertidas relaciones amistosas o de grupos, y las inquietudes, que viene sembrando esta sociedad, que influyen negativamente en las personas más vulnerables de mentalidad sensible distorsionada; básicamente afectadas de desalientos intrínsecos.

       Y para estos casos tan concretos se necesitan Planes de Enseñanza donde la asignatura de religión fuera tenida en cuenta; pues con la misma, inculcando a los alumnos ciertos modelos de espiritualidad, sería muy difícil, pero que muy difícil, que se dieran tantos suicidios como estamos comprobando. Pues la Religión, con los retoques morales que proporciona sería caldo de cultivo para estabilizar situaciones que acarrean el mal por sistema, y más en personas cuyos caracteres están aún en proceso de formación. Pero claro, el materialismo y el consumismo de estos tiempos desdeña Planes de Enseñanza con una asignatura así; generalmente reformadora de empeños ávidos de apetecer incluso modos de vida que con entusiasmo anhela gran parte de la sociedad distorsionada de hoy.