Ciclo de Conferencias de la Asociación Cultural Alcorcon Siglo XXI
Premios de Novela Alcorcón Siglo XXI
II Certamen de Pintura Alcorcón Siglo XXI
III Certamen de Pintura Alcorcón Siglo XXI
I Certamen de Pintura Alcorcón Siglo XXI
Conferencia de Ely del Valle en Siglo XXI
Conferencia en Siglo XXI de D. David Pérez García
Conferencia: los excesos de comida en las fiestas navideñas

Rincón Literario

          “Se me permitirá que antes de referir el gran suceso de que fui testigo, diga algunas palabras sobre mi infancia, explicando por qué extraña manera me llevaron los azares de la vida a presenciar la terrible catástrofe de nuestra marina. Al hablar de mi nacimiento, no imitaré a la mayor parte de los que cuentan hechos de su propia vida, quienes empiezan nombrando su parentela, las más veces noble, siempre hidalga por lo menos, si no se dicen descendientes del mismo Emperador de Trapisonda. Yo, en esta parte, no puedo adornar mi libro con sonoros apellidos; y fuera de mi madre, a quien conocí por poco tiempo, no tengo noticia de ninguno de mis ascendientes, si no es de Adán, cuyo parentesco me parece indiscutible. Doy principio, pues, a mi historia como Pablos, el buscón de Segovia: afortunadamente Dios ha querido que en esto sólo nos parezcamos.”

 Galdos Episodios Nacionales

sidi

«El arte del mando era tratar con la naturaleza humana, y él había dedicado su vida a aprenderlo. Colgó la espada del arzón, palmeó el cuello cálido del animal y echó un vistazo alrededor: sonidos metálicos, resollar de monturas, conversaciones en voz baja…No eran malos hombres, concluyó. Ni tampoco ajenos a la compasión. Sólo gente dura en un mundo duro.»”.

Alameda:
guarda bien
mis siete años primeros.
Y los siete 
posteriores.
Y el carrusel luminoso
 

de mis primeros amores.
Alameda;
que yo volveré algún día
a recoger los mejores
¿sueños? de la infancia mía.

                                                             Soneto XIII

A Dafne ya los brazos le crecían

y en luengos ramos vueltos se mostraban;

en verdes hojas vi que se tornaban

los cabellos qu'el oro escurecían;

de áspera corteza se cubrían

los tiernos miembros que aun bullendo estaban;

los blancos pies en tierra se hincaban

y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,

a fuerza de llorar, crecer hacía

este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,

que con llorarla crezca cada día

la causa y la razón por que lloraba!

 

Conocí personalmente a Rosa Montero a finales de los años 80 con motivo de una visita que hizo a Alcorcón en aquellas primeras Ferias del libro y del arte que se realizaban en la plaza Príncipes de España. Contactamos con ella para que viniera a firmar sus libros y todo fueron facilidades por su parte. Su simpatía y su buena predisposición nos la demostró aquel día. Ejercía  todavía como periodista pero ya se empezaba a vislumbrar en aquellas sus primeras novelas el brillante futuro que tendría como escritora y que ha culminado recientemente con la concesión por el Ministerio de Cultura del Premio Nacional de las Letras este pasado año.