Lara de Tucci
Como puede deducirse por el cargo que ocupa -redactor jefe de la revista Alfa y Omega-, Ricardo Benjumea supo estar a la altura en la intervención que tuvo el lunes pasado en el centro cultural Siete Ojos con motivo del VI Ciclo de Conferencias programado por esta Asociación Cultural Alcorcón Siglo XXI. Además, acertó al acercarnos a los asistentes al acto, que completamos con creces el aforo de dicho centro, con un estilo adecuado, cuanto se puede reseñar en lo referente a la temática propuesta para su conferencia: “La deformación de la Iglesia en el Prensa. Retos y desafíos”; una temática que a los católicos -y más si somos practicantes-, que estamos acostumbrados a leer y oír todo tipo de manipulaciones, casi nos tiene acostumbrados; incluso a través de informaciones y comentarios que se pasan de la raya al rozar las infamias.
Aunque Benjumea citó medios escritos, cadenas de televisión y emisoras de radio concretas que se atreven a tergiversar las noticias provenientes del Clero, pues no tenía por qué callar nombres; yo no voy a repetirlos aquí. Pues los asociados que no estuvieron presentes en el acto y otros lectores que lean este trabajo -a buen entendedor, con pocas palabras basta- fácilmente se imaginarán que aquí, en España, los del Grupo Prisa son los que mayor empeño ponen en denigrar las funciones de la Iglesia, manipulando noticias para que no lleguen con el mensaje exacto a la masa social de sus adeptos y que éstos tengan el regusto de apreciar cómo a la institución que fundó el Salvador de los hombres, incluidos los hombres que tiene tal regusto, se le atribuyen modos y maneras de malévolas apreciaciones que de ninguna manera emplean los que están al servicio de los fieles desde sus cargos eclesiales, sean del rango que sean.
Pero el redactor jefe de Alfa y Omega, que tras estudiar Periodismo se doctoró en Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense y en la Universidad alemana de Leipzig, no se conformó con citar solo medios españoles inclinados a meterse con la Iglesia; pues también puso al auditorio al corriente de que en otros países, incluida Italia, existen igualmente medios muy dispuestos a confundir a los fieles con la desfachatez y la sinrazón como banderas y dispuestos, de la misma manera, a atraerse a un público cada vez más numeroso con el objeto de conseguir, llegado el momento, acabar con el cristianismo en Europa.
Con lo cual, nuestros más esenciales valores se volatizarían, ocasionando, con su pérdida, la pérdida aun mayor, por tratarse de un conjunto de rasgos esencialmente positivos, de la cultura de Occidente. Claro que conseguido éste orquestado propósito con sus sesgadas opiniones -¿caen en la cuenta de ello estos profesionales de la información?- si se diera el caso, ellos también iban a sufrir las lamentables consecuencias de la pérdida de identidad que aún nos distingue colectivamente como europeos.
Benjumea nos leyó algunos apuntes de los que traía para refrescar sus ideas en la conferencia. Todos los cuales entresacados de informaciones referidas a la Iglesia, que, analizadas convenientemente, venían a decir todo lo contrario de lo que el Papa, los obispos y los sacerdotes les habían expuesto a los creyentes. Al respecto, no me resisto a comentar la cantidad de veces que el periódico El País dio la “noticia” de que Juan Pablo II iba a dimitir de su pontificado. Y hoy, siete años después de su muerte, cae uno en la cuenta de que, en vez de dimitir, lo que hizo el anterior Papa, ya felizmente beatificado, en su venerable senectud y con sus evidentes limitaciones físicas, fue acercar con mayor fuerza e intensidad el mensaje del Evangelio hasta el último suspiro de su vida.
A nuestro conferenciante se le puso en algún aprieto en el turno de preguntas subsiguiente a su intervención. Pues se le recordó cómo hay clérigos y religiosos que, de alguna manera, han alimentado con malas artes el oficio tendencioso de informaciones que solo buscan introducir el cristianismo en catacumbas perennes: que si la pederastia; que si parte del clero vasco, con el obispo Setién al frente -como apuntó el presidente de la Asociación- había equiparado a los terroristas de ETA con quienes los juzgan legalmente y los encarcelan; etc. Y claro. Ricardo Benjumea tuvo que reconocer tales actos censurables; actos propios de los “judas” de turno, que ya en tiempos de Jesucristo hubo uno entre los doce seguidores del Maestro. Poro eso no quiere decir que los otros once no fueran “pueblo de Dios y miembros del Cuerpo de Cristo”, en palabras del conferenciante.
Y lo que a este articulista más le llama la atención -y ya escribo una reflexión personal- es que la Prensa conservadora, con tres periódicos nacionales muy significativos, no ponga en entredicho alguna vez a los otros medios cuando éstos se exceden con mentiras que desfiguran, por medio de sus ataques, la realidad de la Iglesia católica.