Lara de Tucci
En vísperas de Semana Santa y dado que la mayoría de los miembros de esta Asociación, si no todos, son católicos y viven con sentimientos de fe nuestras tradiciones cristianas, tan españolas, me complace plasmar aquí mi poema “Alma en llagas de vida”; ya publicado en mi libro “Iconos de intimidad”. Además, como sus estrofas están inspiradas en Santa Teresa y la Iglesia está celebrando el quinto Centenario de su nacimiento, bueno es tener en esta publicación digital una especie de homenaje a su memoria. Homenaje que, por añadidura y teniendo como se tienen en este grupo tantas escapadas turísticas, se puede completar con un viaje a Alba de Tormes, lugar donde está enterrada la santa abulense.
ALMA EN LLAGAS DE VIDA
(Santa Teresa de Jesús)
Siempre abiertas en el alma
las saludables llagas;
siempre abiertas en el alma, que se resiente
…y se anima en la pasión del Redentor.
La cruz, y sólo ella,
ahí está presente
¡activa!, ¡punzante!, ¡dolorosa!;
presente, pero redentora y salvífica
por medio de las llagas que ocasiona.
¡Qué maravilla de concierto para el espíritu
del Carmelo, por otra parte,
sentir los ecos de esa voz
interior y profunda!: “sanará por amor”.
Mayor entrega generosa
-imposible para nuestro entendimiento-
no pudo la ciencia comprobar,
ni la mente pensar,
ni el cuerpo gustar.
¡Y qué alivio notar ya, en los palomarcicos
carmelitanos, la unción consagratoria!
Impresiona la contemplación del Amado
tan cerca. Temperatura y ardor;
volcán de esperanzas; galerna
de fe, que aspira a alcanzar, a lograr
lo soñado, lo vivido
en el recogimiento interior,
en el arrobamiento;
aun cuando se sepa que las tinieblas
aguardan acechantes por si decaen los períodos
de dulce éxtasis.
Vivir con Cristo en la Eucaristía, sin compaña
de mundo, sin noticia de auroras
cuyo sonrosado ambiente no provine del Cielo,
sin pláticas de falsas glorias,
sin fracasos de muerte huérfana de Vida.
Todos los días,
hasta que el Esposo quiera que sane,
está en llagas de amor el alma,
aguardando en pie
la predestinación sublime prometida.
Palabras, clavos, agua y sangre -costado
abierto de Cristo-,
abreviados complementos de su gracia
ya muerto y resucitado;
en resurrección que madruga
en silente y aromático jardín de eterna primavera,
sobre un mundo que, ¡ojalá!, ya fuera eternidad.
Pero aún están las llagas abiertas
por lanzadas del tiempo de los siglos.
Y las espinas siguen clavadas,
y el garabato de la cruz,
recortando todavía los horizontes,
ensombreciendo la luz cegadora;
la que aguarda su expansión con perspectiva
infinita de Resucitado.
Desafío agresivo, pero consolador.
Llagas sangrantes
en mala noche de vigilia,
en mala posada terrena
que no se debe soslayar
-ejemplo del Amado-
hasta que amanezca,
y así se curen, disipando los temores,
por el bálsamo del Sol que nace de lo Alto.