¿Sabías qué… todavía puede admirarse en Inglaterra una muestra del formidable poder con el que el Imperio romano transformaba el mundo? Ese es el ejemplo que se presenta a los visitantes en el Muro de Adriano.
Nos es algo inusual que la gente levante un muro para aislarse del vecino indiscreto, una celosía a miradas indeseables o una pared para evitar que la curiosidad se transforme en allanamiento. O como salvaguarda de un auténtico peligro. Enseguida puede pensarse en la Gran Muralla China que con sus 7000 km defendía de las invasiones mongolas. O sin ir tan lejos los 700 km que Israel está levantando para aislar a Gaza de su territorio, o la que proyecta separar Méjico de Estados Unidos con 2500 km. de longitud. Y no olvidemos el infame “muro de la vergüenza” que en 60 km partía en dos a Alemania, aunque este muro no era para impedir la entrada. Todo lo contrario, su propósito era que los alemanes no se escapasen del “paraíso comunista” y es cierto que debe ser una vergüenza para todo el que defienda el comunismo.
Pero cortar una isla por su mitad con un muro de 117 km desde el golfo de Solway en el oeste hasta el estuario de Tyne en el este, hay que reconocerlo como algo notable. Pues eso mismo es lo que hizo Publio Elio Adriano, 2º emperador hispano, nacido en Itálica, bajo cuyo mandato el imperio llegó a su mayor extensión. No cabe duda de que para adoptar una decisión tan arrogante necesitaba contar con los medios e ingenieros capaces de acometer tal desafío. También en Roma se conservan huellas de Adriano: el actual castillo de Sant’Angelo fue en inicio un mausoleo levantado en honor de un querido familiar y la imponente maravilla del Panteón, fue terminada gracias a él. En 122, las incursiones y hostilidades de las tribus salvajes de pictos en el norte de Inglaterra, le determinaron a construir esta obra que duró diez años. Edificada con sillares de piedra y una altura de 3 a 5 metros, contaba con un foso y un camino por el que se trasladaban con rapidez las tropas acuarteladas en 14 fuertes, hasta cualquiera de los más de 70 fortines que pudieran estar en peligro. No estaba ocupada en su totalidad, pero los fuertes y fortines estaban en continua comunicación para acudir de inmediato donde lo requiriese el peligro de invasión. No era inexpugnable, fue superada en tres ocasiones, pero en el lado sur tenía otro foso y terraplenes de tierra para defender los ataques por el sur. No es lo mismo al invasor violentar una puerta y entrar a saco, que hacerlo sabiendo que la puerta se cierra a sus espaldas y que la salida va a ser más peligrosa de lo que fue la entrada.
Fue tal su éxito, que 20 años después el emperador Antonino quiso levantar otro muro 160 kilómetros más al norte, desde el estuario de Forth hasta el golfo de Clyde, que por su situación geográfica era tan solo de 58 kilómetros. Las obras fueron abandonadas años después volviendo a la defensa del primitivo Muro de Adriano. El Muro fue abandonado en 383, coincidiendo con el abandono de Inglaterra y el ocaso del imperio. Hoy, algunos quieren significarla como la frontera con Escocia, pero la muralla ha desaparecido en muchos lugares y sus piedras forman parte de las edificaciones en pueblos próximos a su situación. Algo que ya hemos visto también en España y que a fuerza de ser sinceros resulta inevitable, mientras no exista una conservación exigente con el patrimonio nacional.