Lara de Tucci
Inmersos en una sociedad trepidante como la de nuestro tiempo, constantemente corremos el riesgo de que las emociones nos atenacen y hagan de nosotros mismos objetos manipulados por ellas, hasta el punto de no ser capaces de gestionarlas para que no se nos “enquisten interiormente” y no podamos ser, por lo tanto, dominadores de sus consecuencias. Las emociones las tendremos siempre, y no siempre sabemos hacerles frente como debiéramos para no caer en despropósitos, como muy acertadamente dijo el otro día Pilar Farelo, mujer experta en Bienestar Social, que estuvo en nuestra Sede dando la charla-coloquio de este mes.
La suya fue una intervención que produjo interés y que, por lo mismo, todo parece indicar que vamos a tener a esta mujer en la Asociación el próximo curso impartiendo un taller acerca del tema que domina. Lo cual será beneficioso para los asociados que opten por aprender a convivir con las emociones; a “tener inteligencia emocional”, en palabras de Pilar Farelo; que se traduce, según ella misma expuso, en dominar los conflictos internos de cada uno, siendo esto -dándole ella en su intervención un sentido metafórico- “darse una ducha interior” y así armarnos de autoestima en un sentido programado para no tener que acudir al psicólogo. Admitiendo, por supuesto, que gestionar las emociones no quiere decir que nos vayamos a ver libres de ellas, pero sí que no sentiremos agitaciones y turbaciones internas innecesarias. Pero para ello tenemos que mirarnos por dentro y observarnos con el fin de conocernos y autorregular las emociones que nos sobrevengan y no permanecer encadenados -“emociones enquistadas” volvió a decir- a situaciones que no hemos sabido resolver adecuadamente con esa poca o mucha inteligencia que es común a todos los mortales.
Pilar Farelo retrocedió en su charla a un pasado muy lejano y citó a Aristóteles, quien siempre surge cuando alguien quiere poner ejemplos de personas con inteligencia. Pues Aristóteles, dijo, supo exponer y dar orientaciones muy acertadas ya en su tiempo para familiarizarnos con las emociones más frecuentes, pero que desquician al ser humano. Orientaciones oportunas, con las que hay que actuar acertadamente para salir a flote. A saber: sabiendo con quién expresarlas, el grado de las mismas que hay que referir, el momento adecuado, el propósito y el modo idóneos para hablar de ellas.
La charla-coloquio de esta mujer pudiera parecer que fuera en exclusiva sólo para expertos en la materia. Pero que resultó, gracias a su habilidad de comunicación, muy entendible a los asistentes al acto. Y más cuando concluyó su intervención apuntando que todos hemos de adoptar una actitud positiva para hacer frente a esas ya citadas emociones básicas; que Pilar considera personalmente que con seis: miedo, tristeza, asco -rechazo a alguien o a algo-, enfado, alegría inadecuada y sorpresa.