Miguel Rivilla San Martín
Se ha cumplido lo que tiempo atrás, tantos medios y comentaristas políticos, venían anunciando. La nave del Estado navegaba sin rumbo. Entre vaivenes y bandazos, mentiras y más mentiras, el timonel no convencía a casi nadie. Eso de que “el barco va seguro, el transatlántico va bien. Estad tranquilos” fue la última. Con la tormenta desatada del paro, la crisis y los 5 millones sin empleo, la nave empezó a zozobrar y hacer agua por todas partes. Zp se vio solo, con agua al cuello y pese a su tozuda resistencia, al fin tiró la toalla y convocó elecciones generales. Hemos bordeado el abismo y el naufragio ha estado más cerca que nunca. Otro timonel y otra tripulación pronto estarán al frente de la nave. No todo está perdido. Una leve luz se divisa en el horizonte.
Ahora vemos claramente a dónde conduce tanta soberbia, mentiras, trampas, con políticas de enfrentamientos, de cordón sanitario, de querer borrar del mapa toda oposición. Ahora vemos que lo más importante no son las ideologías ni los intereses personales o partidistas, sino España, la nave en que vamos casi todos.
La situación es muy grave, pero no desesperada. Los más responsables, (¿estadistas?) se deben reunir y ver de dónde y cómo vendrá el auxilio, antes de que se vaya todo al garete. El momento es histórico. De aquí arrancará la grandeza o miseria de los líderes de los partidos. ¡Que Dios ilumine a todos y reparta suerte¡. Lo necesitaremos.