Alameda:
guarda bien
mis siete años primeros.
Y los siete
posteriores.
Y el carrusel luminoso
de mis primeros amores.
Alameda;
que yo volveré algún día
a recoger los mejores
¿sueños? de la infancia mía.
La Generación del 27 (también conocida como la Generación de Plata) es conocida y reconocida mundialmente por la importancia y trascendencia de los autores que la compusieron. Pero en los libros de enseñanza de literatura sólo figuran escritores masculinos, sin embargo una importante cantidad de autoras estuvieron ligadas a esta generación y contribuyeron con sus aportaciones a elevar el nivel y el conocimiento de este excepcional grupo de escritores/as. Para paliar un poco el general desconocimiento de estas autoras reseñaremos en los próximos números de esta revista las figuras de alguna de ellas. La nómina es muy extensa pero destaco sólo a algunas pocas autoras que también formaron parte de esta generación, entre ellas a:
María Teresa León, Carmen Conde, Concha Méndez, Rosa Chace,l María Zambrano, Clara Campoamor, Zenobia Camprubí y otras muchas más.
Cuando Gerardo Diego no incluyó a ninguna mujer en la antología del grupo poético que más tarde pasaría a la historia como Generación del 27,Concha Méndez no dudó en plantarle cara: «Mira, tú nos excluirás, pero yo debajo de la falda llevo un pantalón».
Fue una de las voces femeninas más importantes de la llamada Generación del 27 y además, una mujer con las ideas claras y muchos deseos de vivir libremente. Su afición por el deporte, en algunas de cuyas especialidades descolló ( en natación por ejemplo); su interés por el cine y el espíritu de aventura que la condujo a emprender algunos viajes fundamentales para su proceso de emancipación (Londres, América del Sur), la convierten en «pionera» de tiempos muy posteriores, aún así se dedicó de lleno a cultivar la poesía.
Gracias a su personalidad tan dinámica, a su energía y a su creatividad destacó en varios de los capítulos Cmás emblemáticos de la vida cultural española del siglo XX. Novia de Luis Buñuel, amiga de Maruja Mallo y Salvador Dalí, discípula de Rafael Alberti y Federico García Lorca, ella fue una figura muy insigne en el mundo de la vanguardia artística de los años veinte, mientras que en los años treinta, coincidiendo con su matrimonio con Manuel Altolaguirre, entró a formar parte de la generación del 27.
Su obra como poeta abarca casi una veintena de títulos a los que hay que sumar su legado como editora e impresora. «Ya instalada la imprenta, nadie podía moverla. Era yo quien la manejaba, vestida con un mono azul de mecánico. Era difícil y cansado. Cuando salía a la calle con aquel mono, la gente se quedaba extrañadísima; no recuerdo haber visto en todo Madrid a otra mujer vestida con pantalones», relató en sus memorias.
Estuvo casada con el poeta malagueño Manuel Altolaguirre con quien creó la editorial “La Verónica”, que publicó la revista Héroe, en la que colaboraron importantes intelectuales de esa época, tales como Miguel de Unamuno y Juan Ramón Jiménez.
El estilo poético de Méndez es directo y sincero, rozando lo intimista. Concha Méndez se sitúa en la línea poética vigente en el momento, que asume las innovaciones del presente sin despegarse del todo de la herencia clásica y popular es decir en lo más propio de lo sería la llamada Generación del 27 (lo vanguardista unido a lo popular). Aun así, el tono y la intención predominante y los temas y motivos predilectos están más cerca del lado vanguardista. Lo más admirable del conjunto es el afán estético de la autora por convertir en materia poética una realidad vital que experimentó intensamente. La alegría y el vitalismo y el deseo de aventura, tan propios de los felices veinte, no la privaron tampoco de la herencia sentimental decimonónica, cosa que sus comentaristas le achacaron con amabilidad.
Su obra poética está recogida en Poemas 1926-1986, edición preparada por el marido de su hija Paloma, el profesor James Valender.