Pablo Villalba
Llevamos días como locos preparando la Navidad. Los centros comerciales están llenos de personas, las calles repletas de gentes, y todas con paquetes y más paquetes en sus brazos. El ritmo de vida estos días es frenético, como el que llega siempre tarde a todas las citas. ¡Hay tantas cosas que hacer!…
Si sólo así se prepara la Navidad, ¡pobre Navidad! Todo esto es necesario y bueno en estas fechas tan importantes para la familia. Pero a la Navidad cristiana hay que darle el sentido profundo que tiene.
El porqué hacemos todo esto y por qué compramos comida especial y juguetes y viajamos y nos movemos de un sitio para otro. Esa es la respuesta: Es que deseamos celebrar una gran fiesta y para poder celebrarla y estar reunidos en familia, y porque la fiesta lo merece hay que preparar antes todas las cosas.
¿Qué Navidad preparamos? Esta es la pregunta que nos conducirá al significado profundo de este maravilloso acontecimiento o a la superficialidad de unas fiestas. Las fiestas se celebran con sabrosas y largas comidas, asistencia a cines y teatros, a expresiones artísticas, musicales y deportivas, a circos y asistencia a conciertos navideños y de villancicos… Todo es bueno, entretenido, festivo…
Pero lo importante y lo que da sentido a estos días es la celebración de la NAVIDAD. No es lo mismo sentir y decir “felices fiestas” que decir “Feliz Navidad”.
Y es que celebramos la Venida de Dios al mundo, a vivir con nosotros. Así se expresa en esta frase: ”El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Esto es lo grande de la Navidad. Este es el acontecimiento histórico más importante de toda la historia: Que Dios se haya hecho uno de los nuestros.
Por eso nosotros nos regimos en nuestro calendario a partir de esta fecha y así decimos “en el año 1200 después de Cristo o antes de Cristo. Este es el punto divisorio de los años de la humanidad presente.
¿No nos hemos preguntado muchas veces sobre esta importancia y el porqué de que este misterio esté representado en todos los retablos de las iglesias, que eran como el catecismo del pueblo llano que no sabía leer, pero sí sabía admirar e interpretar las imágenes sacras que los artistas les acercaban a su vista?
¿Por qué los grandes artistas mundiales se han recreado en representar el importante misterio del Nacimiento de Jesús? Esto también ha llegado, aunque en menor importancia, al arte belenístico de nuestra época. Los simples, pero cariñosos belenes que se preparan en las familias, en las tiendas, en las aulas de los colegios, y los hermosos y grandiosos que se exhiben en los centros oficiales de las ciudades… Ya sabemos que la tradición de los belenes viene de San Francisco de Asís que los inició allí por los años 1200
Claro que hay un porqué de que esto se haga y prepare así. Parece que en las Navidades estamos todos de acuerdo de la importancia de celebrar el Nacimiento de Jesús, como en toda familia se celebra el nacimiento de sus miembros.
Demos la importancia que tienen estas fiestas porque la Luz ha brillado entre nosotros y como se nos dice en la liturgia de la Iglesia: “Hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria”.
Está bien, ¿cómo no?, que junto a los nacimientos pongamos otras dignas representaciones de la alegría navideña, así como otras tradiciones que han ido arraigando en el pueblo cristiano o en los pueblos con distintas tradiciones.